Los diálogos y compromisos por la paz que postula la Iglesia y que en Zacatecas impulsa el obispo Sigifredo Noriega Barceló son, quizá, la propuesta más contundente y el documento de la mayor trascendencia, en muchos años de historia, para combatir el escenario de violencia criminal que está dejando en nuestra sociedad, una estela infinita de muerte, dolor e incertidumbre. ¡Ya basta!, es la consigna.
La interrogante que debemos hacernos, es porqué en Zacatecas no ha avanzado con celeridad y eficiencia la estrategia de los compromisos por la paz. Esperemos que esta iniciativa no esté siendo detenida por la soberbia, la falta de diálogo, la insolencia y la violenta insensibilidad que ha prevalecido por años en la entidad.
Siete son los grandes temas puestos en el centro de la propuesta de diálogos por la paz: 1).-La reconstitución del tejido social; 2).-Los adolescentes frente al crimen; 3).-La justicia; 4).-La gobernanza; 5).-La seguridad; 6).-El sistema penitenciario; y 7).-El rescate y fortalecimiento de la familia.
Los Compromisos Nacionales por la Paz, no son una ocurrencia, porque se diseñaron con la intervención de mil 600 instituciones, la participación de 20 mil personas, en mil foros en todo el país y la supervisión de más de 50 especialistas, los más connotados y prestigiados de México.
El objetivo de la propuesta es trabajar en conjunto (sociedad y autoridades), para detener la desquiciante vorágine de los asesinatos, los secuestros, las desapariciones forzadas, las extorsiones, los desplazamientos y, en general, la violencia endémica que está asfixiando a la sociedad.
La estrategia que ha desplegado el Consejo Episcopal Mexicano (CEM), que reúne a todos los obispos del país, se basa en el diálogo plural y en la suma de esfuerzos de todos los sectores de la sociedad. No se debe excluir absolutamente nadie. Eso se tendrá que aprender en Zacatecas.
En el diagnóstico de Los Compromisos Nacionales por la Paz, se incluye una parte autocrítica y se reconoce que la estrategia oficial de “Abrazos no Balazos”, ha sido fallida y un desastre. Esta ha favorecido, sobre todo, la acción de las organizaciones criminales. Hay que cambiarla.
Combatir la impunidad y restaurar los pilares de la cultura del derecho y la legalidad es otra de las grandes prioridades de la sociedad mexicana, para impedir que sea el crimen quien conduzca la vida de la Nación.
Según se sabe, en su recorrido por la diócesis de Zacatecas, el propio obispo Sigifredo Noriega Barceló ha recibido las voces angustiadas de auxilio de los feligreses ante el acecho ominoso y violento de los cárteles del crimen. ¿Qué está pasando, quién los protege? ¿Quién da cobijo a los delincuentes, para que sigan actuando impunemente, sin que haya consecuencias penales?
La difusión en el país del contenido de los diálogos y compromisos por la paz, coincidió en Zacatecas con los días de sobresalto por la brutal represión gubernamental que sufrieron las participantes en la marcha del 8M, acontecimiento desdeñable que adquirió resonancia nacional e internacional, hecho que nos volvió a mostrar como entidad con una clase política arcaica, primitiva y premoderna. Aquí se da un paso adelante y 10 saltos hacia atrás. Lamentable.
Ojalá pronto se avance para concretar en Zacatecas la agenda de Los Compromisos por la Paz, y que no sea la soberbia y la insensibilidad violenta la que le obstaculice y detenga.
EL PAPEL SOCIAL DE LA IGLESIA.
En las sociedades desarrolladas del mundo las Iglesias son instituciones comprometidas con el desarrollo social, cultural, democrático y económico de las naciones. En México no puede ser la excepción.
Es cierto, la Carta Magna, en su artículo 130, consagra el principio histórico de la separación Iglesia/Estado. Pero eso no les impide participar en asuntos terrenales, como la construcción de los pilares sólidos de la cultura de paz, en la promoción de la democracia, el bienestar, la justicia y la igualdad.
Habrá que considerar otro factor: Zacatecas es el Estado de la República con mayor porcentaje de población católica, incluso por encima de Guanajuato, Aguascalientes, Jalisco, Querétaro y Michoacán, según datos del INEGI. Esa composición demográfica tendrá que capitalizarse para bien de nuestra sociedad.