A menudo uno de los lamentos más significativos y anhelos que dejan un profundo dolor en las personas que han perdido a un ser querido, es sentir que no hubo una despedida antes de partir, incluso existen separaciones que abonan más a esta sensación por la manera en la que sucedieron, una breve enfermedad, un accidente, situaciones donde no había advertencia o no podíamos imaginar lo que iba a pasar, tal vez la vida nos robó ese momento, tal vez no… Una enfermedad a veces se convierte en esa oportunidad de enmendar el camino, de expresar amor, cuidados, hablar de asuntos pendientes, miedos, inquietudes, anhelos y por qué no, de despedirnos.

 

Hemos comprado la idea de un modelo único de despedida donde todo se da de manera perfecta, estamos frente a nuestro ser querido, quizás al pie de una cama, en un entorno tranquilo apto para podernos expresar, hacer saber nuestra gratitud, ternura, sanar algún malentendido, sin interrupciones, sin reservas, un escenario perfecto, un escenario a veces inexistente y que pasa cuando la vida nos toma por sorpresa de tal manera que nos ha negado esta posibilidad.

 

 Creo que a veces no nos dimos cuenta, pero nos despedimos en la última ocasión que intercambiamos una mirada, un gesto, una convivencia silenciosa, una conversación trivial, tal vez porque no cuando le serviste un vaso de agua para tomar sus medicinas, con la comida que le preparaste, cuando lo acompañaste a esa cita médica o le ayudaste a darse un baño, a cuidar de su vida durante la noche, fueron pequeñas despedidas que fueron formando una sola a la vez, por supuesto que te despediste…

 

Todas esas memorias, todo ese coincidir, compartir, esas pequeñas despedidas que antecedieron a la que sería la más importante cuando ya era el momento preciso de soltarse de la mano por última vez, en esta forma, en este tiempo, en este universo, si te despediste, estoy segura que lo hiciste y además lo hiciste muy bien, dando lo mejor de ti cada día, estando siempre disponible siempre atento y por qué no, a veces indiferente, pero al fin lo hiciste.

 

Y si aun así sientes que no ha sucedido, puedes dedicarle una oración, un pensamiento, escribir un mensaje que haga eco en la eternidad y llegue justo al lugar deseado.


 
 

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