El día de ayer por la tarde, comentaba con algunos vecinos de una comunidad del municipio más virreinal y pueblo mágico de Guadalupe, Zacatecas, respecto al tema de la violencia e inseguridad, que amen de ser un tema complejo que en el pasado se tornó en discursos sin recursos, y que por supuesto no es un tema en el que se evoque el pasado solo por la crítica vana, y en ese dialogo no quedo la menor duda que en esos ayeres no se promovieron acciones de prevención orientadas a una cultura preventiva encaminada a construir comunidades de paz, y claro que derivado de esa falta de visión y de acciones precisas y adecuadas en torno a la prevención, y es en esa herencia que ha devenido la inseguridad y violencia que estamos viviendo y en muchas ocasiones padeciendo por la inacción de aquellas instituciones que debieron de haber prevenido y claro que ahora no pueden disculparse por no haber prevenido las devastadoras consecuencias de la violencia y la inseguridad.

Vivimos tiempos en que la violencia se filtra y lastima a los habitantes de las comunidades, a las familias y a nosotros mismos, por ello es necesario que reflexionemos sobre las actitudes negativas que como seres humanos tendemos a reproducir y por supuesto que recuperemos y pongamos en práctica en nuestro día a día, aquellas actitudes positivas que sean favorables y posibiliten una convivencia sana, la aceptación y respeto de nuestras diferencias a través de la escucha activa, además del reconocimiento, respeto y aprecio a nuestros congéneres, con el fin de que transformemos y contrarrestemos actitudes de odio, desconfianza, venganza, ira y egoísmos, que en muchas ocasiones inundan y empañan nuestra mente y nos ponen en situaciones que por momentos parecieran irreconciliables para transformarlas en relaciones de convivencia sana, donde se pueda priorizar la empatía y simpatía, además de la solidaridad, respeto, tolerancia y dialogo hacia y en la diversidad de ideas, pensamientos, emociones, sentimientos y acciones para sí y nuestros semejantes.

Y si bien es cierto y estamos de acuerdo que del pasado venimos arrastrando esos temas de violencia e inseguridad, igualmente debemos convencernos de que las crisis, los conflictos y la adversidad, lejos de ser obstáculos infranqueables, son áreas de oportunidad para transformarlos en positivo y que siempre es y será plausible promoverlos, de tal suerte que nos puedan permitir mejorar las relaciones con nuestros semejantes y con el medio ambiente en el que vivimos, cuya finalidad no sea otra más que la de transformar la violencia y las conductas disruptivas en una cultura de paz, y es en los espacios desde los más íntimos como la familia, y los espacios comunes de encuentro social como la escuela, las plazas, los parques, los mercados y en general toda la comunidad en escenarios de socialización y encuentro intercultural con personas diferentes, de distintas edades, de diferentes formas de pensar y de distintos usos y costumbres que son parte fundamental de la cultura y que sin duda esa convivencia nos presenta retos importantes como el de aprender a vivir y sobre todo a convivir en esos entornos de manera pacífica y respetuosa, por lo que es necesario transformar nuestros espacios comunes en espacios interculturales y que en ellos exista un reconocimiento, comunicación asertiva y sobre todo respeto hacia nuestros congéneres, sabiendo y sobre todo siendo conscientes de que tenemos diferentes opiniones, tradiciones y costumbres, pero que somos iguales en derechos, por lo anterior es muy necesario eliminar todo acto de discriminación y exclusión ya sea por motivos raciales, religiosos, por aspectos físicos, por temas de género, de edad, por las ideas y preferencias políticas, por alguna discapacidad, por la orientación sexual, por la condición económica etc. donde la única idea de todas y de todos no sea otra más que la de avanzar en la construcción de una cultura de paz y poder contribuir en la reconstrucción del tejido social y la sana convivencia entre todas y todos.


 
 

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