Cuando nos encontramos ante la pérdida de un ser querido, estamos ante los desafíos más dolorosos, crueles y ensombrecedores   que seamos capaces de vivir. Muchas veces se presentan de manera anunciada, algunas otras de manera abrupta, parecería que llegan como un mensajero para recordarnos nuestra fragilidad, nuestra finitud y por supuesto para recordarnos el poco control que a veces tenemos sobre las cosas.

Cuando llegue ese momento oscuro, escucharas muchas voces que te dicen que es momento de continuar, de salir adelante, de ser fuerte, de ser valiente… pero no es así… se trata de “vivir tu duelo” de honrarlo, de defenderlo, vive tus días de luto a tu manera y después, vive tu duelo como el símbolo de la relación de amor y de cariño que existió y seguirá existiendo entre tú y la persona que se ha ido, vívelo como un recordatorio de lo valioso que fue su compañía y su presencia para ti en esta vida, tienes todo el derecho de hacerlo, si tú te lo permites…

Abrígate cuando tengas frio, escúchate cuando tu corazón sea un lamento, detente… abrázate fuerte… abrázate cuando la vida se rompa y no encuentres la manera de repararla, porque después de ese abrazo, de esa pausa y de ese alto que la vida te ha dado, surgirá la joya más valiosa que habita en ti, quedará una persona dispuesta a entender el sufrimiento humano, sensible, armoniosa, forjada ante las peores adversidades, saldrá esa persona que a pesar de todo le dará un sí a un nuevo amanecer, sí a la sonrisa de un niño, sí al amor, sí a la vida.


 
 

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