“El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgo una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro” (Marin Luther King)

La violencia es un fenómeno que ha estado presente en el devenir de la humanidad, y aun cuando para algunas personas pudiera parecer normal vivir con cierta violencia por tener alguna adicción al sufrimiento, aun y con eso no puede ser normal ni podemos permitir que lo sea, todos los días al leer, oír y observar en los diarios masivos de comunicación, noticias en donde la violencia se hace presente de una u otra forma y que en nuestros días existan hijos que levantan la mano u ofenden a sus propios progenitores, o viceversa padres agredir a sus vástagos, conyugues agrediéndose entre sí y generando entornos violentos.

Abordar el tema de la violencia es un tema por demás profundo donde habrá que hacer un recuento de diversos aspectos tanto estructurales, sociales y culturales, mismos que requieren el abordaje desde diferentes disciplinas, teorías, modelos y enfoques que por supuesto arrojaran las variables que la producen, reproducen y hacen factible su manifestación en contextos y dimensiones que se entretejen entre sí para que exista el ejercicio de cualquier comportamiento violento.

Sin duda el abordaje de este tema es por demás complejo lo que nos obliga a reflexionar y reconocer primero que la violencia NO ES NATURAL y que aun con toda su complejidad estamos obligados en primer término a no aceptarla por ningún motivo, razón ni bajo ninguna circunstancia, que si bien es cierto dicha violencia no se expresa  de manera homogénea si presenta distintos rostros y en diversos contextos y se sostiene en distintas dinámicas y normas sociales.

El tema de la violencia en cualquiera de sus manifestaciones, es sin duda una maraña muy compleja de entender, por lo que no resulta nada sencillo que exista una solución mágica o espontanea para abatirla o bien que una sola política pública nos lleve a erradicar por completo cualquiera de sus matices. Y por supuesto que la violencia no se resolverá con más agentes policiales en las calles, o más educación o más espacios públicos, sino un conjunto de factores que propicien círculos virtuosos que generen paz y armonía social.

Lo que nos obliga a todas y a todos a realizar cambios profundos de comportamientos e ideas encaminadas a promover y fomentar la tolerancia, la confianza, la solidaridad, la inclusión, la empatía, la justicia, la no discriminación, el sentido de pertenencia, la aceptación a la diferencia y el respeto. Con acciones que en principio de cuentas sean individuales para que después se puedan llevar a cabo estrategias que involucren a diversos actores y sectores sociales y en consecuencia obtener los resultados que todos anhelamos que es tener una vida libre de violencias.

“La violencia jamás resuelve los conflictos, ni siquiera disminuye sus consecuencias dramáticas” (Juan Pablo II)


 
 

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