Hoy hace dos años mi entorno familiar sufrió una gran pérdida, a mi hermano Carlos le arrebataron la vida. Su familia, nuestra familia, su esposa, hija e hijo, mi mamá, papá, hermanos, quedamos destrozados. Un pedazo de nuestra alma se fue con él. No nos hemos recuperado y creo nunca lo haremos, porque, no es como que ocurra un hecho tan grave y tiempo después podamos retomar nuestro día a día, ¿quién podría hacerlo?, ¿quién se podría despertar y hacer como si nada hubiese pasado?
Hasta el día de hoy, este caso siniestro, salvaje, deshumanizado, continúa sin respuesta y mucho menos solución.
Mi hermano Carlos era un buen ciudadano, alguien que cumplía sus deberes, cuidaba de su familia, contribuía a su entorno social; un ciudadano común que hacía cosas comunes. Era un ser humano extraordinario. Era un padre amoroso y que procuraba el buen crecimiento y desarrollo de sus hijos. Como hermano de verdad que desearía que más gente tuviera un hermano como él. Nunca escatimó su ayuda, colaboración, consejo. También sé que como amigo era de esos amigos indispensables. Podría escribir cientos de palabras, de adjetivos, contándoles sus cualidades. Carlos también era falible, por supuesto. Tenía sus defectos, pero, nadie tenía el derecho a quitarle la vida de una manera tan vil.
Todos los días que despierto lo pienso. Hay un dolor agudo en alguna parte de mi cuerpo. Comparto ese dolor con mi mamá, mi papá, mi hermana y hermanos, su esposa, sus hija e hijo, comprendo lo que les pasa porque me pasa a mí misma. El silencio de no encontrar su voz en ninguna parte es ensordecedor...
Ya lo he dicho antes: ojalá no tuviera que escribir estas palabras, porque eso significaría que estás vivo.
Aquí te echamos de menos y amamos siempre hermano, y al mismo tiempo intentamos seguir adelante lo mejor posible, nos parece una forma de honrar tu bello paso por esta dimensión.