La socialité más famosa de nuestra geografía se ha abierto en cuerpo y alma en ‘Mi verdadera historia’, una autobiografía en la que relata desde sus grandes amores hasta sus manías

Por: Anabel Gómez Salvador

Durante meses, el lanzamiento de Mi verdadera historia (Penguin Random House) fue el secreto mejor guardado de Isabel Preysler. La reina de corazones no quiso desvelar nada, ni una sola línea del manuscrito que, a sus 74 años, presenta como su versión definitiva. La expectación era inevitable: una vida narrada tantas veces por otros merecía, al fin, ser contada por ella misma.

Este miércoles, la obra ha visto la luz y entre sus páginas recorre una vida de película: de su infancia en Manila a su trono mediático en España. Entre esos extremos, cuatro grandes amores —Julio Iglesias, Carlos Falcó, Miguel Boyer y Mario Vargas Llosa—, una proyección pública sin precedentes y una elegancia que ha resistido décadas de flashes y titulares.

Corría el año 1971 cuando Isabel, recién llegada a Madrid, se casó con Julio Iglesias. En el libro, confiesa que su matrimonio con el cantante la obligó a abandonar parte de sí misma para adaptarse a su pareja: “Para complacerle, me olvidé de mí y me convertí en su ideal de mujer. Mi aspiración era aportarle tranquilidad y que nuestra relación no interfiriese en su trabajo. De esa manera, el mundo de Julio se iba ensanchando y el mío se iba reduciendo a las cuatro paredes de nuestro hogar”.

La relación, marcada por la distancia y los viajes del artista, se fracturó por las infidelidades que ella misma descubrió. “Le conté que lo sabía”, recuerda, “y aunque aún mantenía la esperanza de que él me lo negara todo y que me dijera que no hiciera caso de habladurías… no fue así. Entre nosotros se instaló un silencio incómodo. Me miró, bajó la vista y reconoció que todo era verdad. Me quedé sin fuerzas y sin voz. Esa noche ya no durmió en casa".

Aquella separación, anunciada en ¡Hola! en plena ausencia de una ley de divorcio, supuso un gesto de independencia insólito en la España de los setenta. “Los dos éramos muy jóvenes”, escribe, “Julio no tenía más remedio que viajar y pasar mucho tiempo fuera de casa porque ya empezaba a ser el cantante importantísimo en el que se convirtió luego. Yo me sentía encerrada, sola y obligada a tomar decisiones, sin ayuda de un marido”.

Carlos Falcó: la elegancia del sosiego
Dos años después, Isabel se casó con el marqués de Griñón. En Mi verdadera historia describe ese periodo como uno de sus más serenos: “Fue fundamentalmente un hombre lleno de bondad que procuró, a lo largo de su vida, hacer feliz a la gente que le rodeaba. Los que tuvimos la suerte de conocerlo no le olvidaremos nunca”. De su unión nació Tamara, su cuarta hija, y un aprendizaje sobre los placeres sencillos: “Durante nuestro matrimonio fue cuando aprendí de verdad todo lo bella que es la vida: la ópera, el deporte, los viajes, el campo... Todo lo viví con Carlos”.

Pero el amor también trajo dilemas. Cuando conoció a Miguel Boyer, entonces ministro socialista, la vida de Isabel dio un vuelco. “Miguel y yo nos habíamos enamorado”, escribe, “había ocurrido sin que ninguno de los dos lo planeáramos y, desde luego, sin querer provocar ningún sufrimiento. Evidentemente, no pude evitar que Carlos se sintiera traicionado y dolido al enterarse de nuestra relación. Tuvimos una conversación tensa y triste, comprendimos que nuestro matrimonio había terminado y nuestro mundo se rompió en mil pedazos”.

Miguel Boyer: una historia de amor y celos
El vínculo con Boyer, su tercer marido, fue una mezcla de complicidad y tormenta. “Tenía la ridícula obsesión de pensar y creer que todo el mundo se enamoraba de mí”, confiesa. “Con los años, los celos se acrecentaron. No podía soportar que yo me riera con alguien que no fuera él. En una ocasión le rogué que acudiera al psiquiatra para solucionarlo. Muchas veces tenía que llamar a nuestros amigos, con los que habíamos salido a cenar o de fiesta, para pedirles perdón por las escenas que le montaba”, afirma.

Pese a ello, su unión resistió durante décadas. El libro dedica páginas especialmente emotivas a su enfermedad: “Lo cuidé sin descanso durante dos años y ocho meses y nunca pensé que se fuera a morir tan pronto. Murió el día de su santo, el 29 de septiembre de 2014. A las 9:30 de la mañana me despertaron y me informaron de que no estaba respirando bien. Fuimos al Ruber Internacional de Mirasierra. En la UCI, fui hacia su cama y le susurré al oído que había llamado a las niñas y a sus hijos, que estaban de camino. Me pareció que dormía y pensé que le habían sedado. El doctor se me acercó y me dijo que Miguel ya no podía escucharme, porque acababa de fallecer. Me explicaron que había muerto de una embolia pulmonar, contra lo que, desafortunadamente, no había nada que hacer”.

Vargas Llosa: el último amor
El último gran capítulo de Mi verdadera historia está dedicado a Mario Vargas Llosa. La escritora de su propia vida recuerda con precisión el comienzo de aquella relación: en febrero y noche de Oscars. “A la salida de la fiesta, me besó en el ascensor. Conviví con él casi ocho años y pude conocer su parte más humana, más cotidiana, su verdadera personalidad, muy compleja, con aspectos que mucha gente ignora, porque conseguía ocultarlos”, explica.

Las cartas que intercambiaron se incluyen en el libro como prueba tangible de ese amor: “Reflejan la realidad de mi historia con Mario, sin intermediarios ni interpretaciones de cómo era nuestra relación. Ahí están las cartas y que el lector decida”. La última, fechada en 2022, fue también la más dura: “Por favor, manda a alguien a recoger todas tus cosas”.

Más allá de los romances, el libro incluye pasajes insólitos sobre su vida personal. Entre ellos, uno dedicado exclusivamente a su nariz: "Cuando se me desmoronó la nariz entera, todos los médicos quisieron salir corriendo de allí porque no sabían qué hacer”. Y es que la reina de corazones ha pasado por quirófano en numerosas ocasiones para devolver su nariz a su estado original, después de ser operada de las amígdalas de pequeña y una rotura que sufrió jugando con sus hijos. “Tengo la nariz tan destrozada y estoy tan cansada de médicos y operaciones que ya me da igual todo", afirma.