En el campo mexicano, y particularmente en el zacatecano, las mujeres han sostenido durante generaciones no sólo la vida cotidiana, sino también los procesos productivos. Aun así, históricamente han sido invisibilizadas por las políticas públicas, los censos agrícolas, los programas de financiamiento y, en muchos casos, por las propias estructuras comunitarias. Hoy, desde el proyecto de transformación que impulsa nuestro gobierno, reconocemos que sin justicia para las mujeres rurales no habrá justicia social.

Las mujeres representan cerca del 40% de la fuerza laboral agropecuaria en México, según datos del INEGI. Sin embargo, menos del 15% de la tierra está legalmente en sus manos. Esto no sólo limita su autonomía, sino que las excluye del acceso al crédito, a los programas de apoyo, a la toma de decisiones ejidales y, en consecuencia, a su propio desarrollo económico.

En Zacatecas, donde el campo es una de nuestras principales fuentes de identidad y sustento, estamos dando pasos para cambiar esta realidad. Desde iniciativas de vinculación productiva para mujeres ejidatarias y campesinas, hasta ferias agropecuarias con enfoque incluyente como la que celebramos recientemente con zacatecanos en el exterior, estamos construyendo nuevas rutas para que las mujeres rurales accedan a lo que históricamente se les ha negado: recursos, capacitación, voz y poder.

No se trata de “integrarlas” a un modelo que ya existe, sino de transformarlo con ellas. Las mujeres rurales no son beneficiarias, son productoras, emprendedoras, guardianas del conocimiento tradicional y líderes comunitarias. Necesitamos políticas públicas que reconozcan esto, que rompan con la lógica de los apoyos asistencialistas y que, en cambio, les abran paso como sujetas de derechos.

El feminismo en el campo no es un discurso; es una práctica concreta que implica tierra, tiempo, recursos, voz y libertad. Implica reorganizar la vida productiva con base en la equidad, en la justicia y en el reconocimiento de que el desarrollo rural no será completo sin las mujeres al centro.

Hoy más que nunca, construir un campo con rostro de mujer no es una consigna: es una tarea de Estado.