Desde los albores y en el mismo devenir de la humanidad, el hombre ha vivido en él y con el conflicto, y es a través de la misma historia en que dichos conflictos de una u otra forma se han iniciado, desarrollado y finalizado y es en los puntos de inflexión donde la capacidad innata de sobrevivencia ha dado lugar al desenlace y solución de dichos conflictos. Y desde esos albores hasta nuestros días seguimos viviendo en un mundo de turbulencias, agitación incertidumbre y desasosiego derivado de tantos factores tanto internos como externos en lo individual y lo colectivo.

“Actuar ahora por un mundo pacífico” es una de las consignas promovidas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la celebración del Día internacional de la Paz. La fecha fue establecida en 1981 y se había fijado para el tercer martes de septiembre de cada año, pero a partir del año 2001, la Asamblea General decidió que, a partir del año siguiente se conmemorara cada 21 de septiembre. En dicha declaración está dirigida a la celebración y observancia de la paz de todos los pueblos. Y el propósito es el cese del fuego y la no violencia en todo el mundo, alentando a todas las naciones y pueblos a cumplir con la suspensión de hostilidades durante cada jornada.

Los primeros intentos de enfrentarse desde una perspectiva científica a la problemática de la paz, datan de los años inmediatamente posteriores a la primera guerra mundial y se circunscriben a los Estados Unidos donde se funda una disciplina, paradigma o empresa intelectual que con el tiempo se le denomino investigación para la paz y resolución de conflictos y su objeto de estudio fue el de la investigación para la paz, pasando por distintas diatribas en cuanto a sus estudios, y es hasta los años sesenta donde gracias a Johan Galtung se abre el espacio al surgimiento del concepto de paz positiva.

Y es ahí en la reflexión de las atrocidades o desavenencias que traen consigo los conflictos donde la historia nos da cuenta de los puntos de inflexión y de cómo se ha abordado el concepto de paz, a saber cómo Paz negativa que es la ausencia de violencia directa, igualmente la paz positiva que refiere a la ausencia de violencia estructural o indirecta, la cual es propia de las estructuras sociales que soportan algún tipo de desigualdad social, económica, política o militar, por otro lado tenemos que en últimas fechas se menciona la paz neutra, que es la ausencia de violencia cultural y/o simbólica lo cual ha propiciado el desarrollo de la teoría y los estudios de paz.

Entonces pues la cultura de paz es el conjunto de valores, actitudes y comportamientos que reflejan el respeto a la vida, a la persona humana y a su dignidad, a todos los derechos humanos, el rechazo a la violencia en todas sus formas y la adhesión a los principios de libertad, justicia, tolerancia y solidaridad, así como la comprensión tanto entre los pueblos como entre los grupos y las personas.

De tal suerte que la cultura de paz son todas las acciones que promueven la pacificación, una cultura que incluye estilos de vida, patrones de creencias, valores y comportamientos que favorecen la construcción de la paz y acompañan los cambios institucionales que promueven el bienestar, la igualdad, la administración equitativa de los recursos, la seguridad para los individuos, las familias, la identidad de los grupos o de las naciones, sin necesidad de recurrir a la violencia, de tal suerte que es más que loable e inaplazable que la educación sea el cimiento de una nueva cultura de paz, donde la paz transcultural se nos presenta para educar en una cultura neutral que implique un cambio de actitud, donde se pueda educar en un marco de valores universales que promuevan el respeto a toda forma de vida, a la diversidad y donde la solidaridad, uno de los conceptos más debatidos y manipulados actualmente, este presente y finalmente debemos aprender a pensar críticamente, como soporte para desarrollar capacidades, destrezas y habilidades cognitivas en los seres humanos.

De lo antes expuesto deberá estar palpable en la cotidianidad una actitud positiva encaminada en principio de cuentas a la no violencia en ninguna de sus manifestaciones, dando cause siempre a la resolución pacífica e inteligente de los conflictos entre pares, al igual que los grupos, los pueblos y las naciones, pues la violencia solo nos conducirá a más violencia, lo cual no podemos ni debemos permitir, pues entre lo sublime y lo ridículo solo pende un hilo muy delgado; y evocando la expresión de “homo homini lupus” en latin que traducido al español es “el hombre es un lobo para el hombre” quien asentó en su obra el “Leviatán” Thomas Hobbes, donde argumenta que en su estado natural, los seres humanos están en constante competencia y conflicto, lo que lleva a una guerra de todos contra todos, una idea basada en la premisa de que los individuos actúan principalmente por interés propio, lo que puede resultar en comportamientos violentos. La frase de Hobbes se convierte en la metáfora del animal salvaje que el hombre lleva por dentro, siendo capaz de realizar atrocidades y barbaridades contra los de su misma especie, no obstante a lo anterior Hobbes también asienta que la paz y la unión social pueden ser alcanzadas cuando son establecidas en un contrato social, en el que se define un poder centralizado que tenga autoridad absoluta para proteger a la sociedad, creando una comunidad civilizada; entonces pues bajo dicho argumento es de considerarse que el hombre puede presentar una conducta buena e intachable, pero también destructiva y egoísta, específicamente cuando se mueve por sus propios intereses, y en contraposición de dicho argumento la frase opuesta a la de Hobbes es aquella que sentencia Jean Jacques Rousseau, quien sostenía que los seres humanos nacen buenos y libres, pero que el mundo los corrompe. Y podemos asentar que entonces pues si todos los seres humanos traemos innatos el bien y el mal entonces el dilema del ser será la decisión tomada desde su inteligencia orientada por la educación y los valores que le sean imbuidos.